Sin querer me encontré con tus ojos,
me sorprendieron en mi paso por el mundo,
no pude seguir de frente:
había tanta verdad en esos tus abismos.
No tuve más remedio que dejar la ruta,
era más fuerte que yo y tenía que contemplarte:
he aprendido lo suficiente para entender
que eso que tú guardas es también el motivo de mi viaje.
Muy despacio mi corazón emprendió esa vía,
y llegué allá donde habitan tus batallas,
allá donde mora y danza el alma tuya,
tu alma inquieta, que canta y vive y se muere.
Llegué a tu santuario y me quedé en silencio,
toda tu nostalgia era un mar inquieto: estaba amaneciendo;
toda tu fuerza era en ese instante una hoguera interminable:
lloré también, lloré sin tiempo por todo lo que había faltado.
Con el alma fuera, intemporal y renacido sentí tu aliento a través de mí:
toda tu selva y todo tu bosque se me habían quedado dentro.
Agradecido quise buscar tu frente y ponerte un beso;
sabías también quién era, dejaste entrar mi corazón...
(Photo by MPM - All Rights reserved)
De esos tus abismos
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